Zuckerberg, Trump y la guerra por otros medios

Las declaraciones y acciones de las grandes tecnológicas estadounidenses en el contexto de la toma de posesión por parte de Donald Trump parecen inaugurar un año en que se hará brutalmente evidente la geopolítica de las decisiones tecnológicas.

Por una parte, nos recuerdan una frase de Michel Foucault: “la política es la guerra continuada por otros medios”. Pero también a Herbert Schiller, quien sostenía hace 50 años atrás que la comunicación de masas era el escudero de la expansión económica y militar de Estados Unidos, acuñando el concepto imperialismo cultural.

Porque los soportes tecnológicos cambian, pero los intereses geopolíticos menos. Por eso uno de las postales para la posteridad del cambio de mando ha sido el lugar privilegiado que los magnates de Silicon Valley ocuparon en la asunción de Trump (Musk, Bezos, Zuckerberg, Pichai). Son los hombres más ricos del mundo, representan a las empresas más influyentes del planeta y todas ellas tienen su base en Estados Unidos. 

Durante estos primeros días de 2025 el dueño de Meta, Mark Zuckerberg, ha publicado un video lleno de claves en esta misma línea. En primer lugar, tres anuncios: i) la eliminación de equipos especializados externos de verificación de hechos en sus plataformas digitales en Estados Unidos, que serán reemplazados por notas de la comunidad como hizo Elon Musk con X. El motivo argumentado: el sesgo de izquierda de los verificadores; ii) La simplificación de las políticas de moderación para eliminar restricciones existentes sobre temas como migración y género, porque a su juicio las actuales políticas de moderación han contribuido a reducir el debate más que ampliarlo; iii) Mayor visibilidad de contenidos políticos.

Además de estos anuncios, hizo declaraciones situadas en medio de tensiones geopolíticas, tales como criticar las regulaciones que impone la Unión Europea a las plataformas por medio de Directivas y leyes “institucionalizando la censura”, o sostener que en América Latina habían “tribunales secretos que pueden ordenar a las empresas que retiren contenidos silenciosamente” y, por supuesto, también se refirió a la censura china.

Zuckerberg señaló que sus anuncios como sus críticas tenían una sola motivación: proteger la libertad de expresión del ataque de gobiernos extranjeros que Meta piensa contrarrestar “con el apoyo del Presidente Trump”. 

Thierry Breton, Comisario europeo de Mercado Interior entre 2019 y 2024,​ ha respondido indirectamente a las críticas de Zuckerberg (y Musk), argumentando que la legislación europea lo que busca es garantizar la transparencia y control de los algoritmos que utilizan las plataformas y proteger a los usuarios. Que estas leyes no censuran y más bien se centran en multas cuando las plataformas incumplen sus obligaciones antimonopolio en la región.

Breton también deja entrever que el problema de fondo de estas empresas en Europa es comercial antes que valórico o político: un mercado fragmentado es más fácil de controlar que uno fuerte y unificado; si bien la alianza estratégica Estados Unidos – Unión europea se encuentra actualmente en proceso de redefinición y el trato a las Big Tech en Europa parece ser parte de la negociación.

Por otro lado, lo de los “tribunales secretos”  en América Latina es una clara alusión a la presión que ejerció la Corte brasileña para exigir una oficina de X en el país —sin ningún secreto y ejerciendo su obligación legal—, mientras Trump realiza declaraciones supremacistas sobre la región.

Lo de China es un capítulo aparte, pues allí parece haber discrepancia entre las Big Tech y Trump respecto a cómo proseguir con Tik Tok en Estados Unidos. Los últimos movimientos de la empresa china de inteligencia artificial DeepSeek parecen abrir otro flanco en esta disputa. 

A primera vista, es evidente el intento de las Big Tech estadounidenses por mejorar sus relaciones con Trump, con quien han tenido en el pasado distintos momentos de tensión (bajada de cuentas y contenidos, principalmente). Pero el asunto tiene más capas. Una de ellas se refiere a la contraposición entre libertad de expresión y regulación de plataformas.

Las declaraciones de Zuckerberg son una reminiscencia de la doctrina del “free flow of information” de antaño, según la cual cualquier regulación estatutaria de las empresas de comunicación es una vulneración a la libertad de expresión. Pero es curioso que no vea como una vulneración de este principio la alineación de Meta con la estrategia geopolítica del gobierno de Trump. 

Una omisión similar se puede observar en las declaraciones de Joel Kaplan, director de asuntos globales de Meta, quien ha hablado de “volver a los valores que fundaron la compañía”, omitiendo cuidadosamente la referencia al tamaño y volumen de usuarios que tienen estas plataformas actualmente. Así como el escándalo de Cambridge Analytica, que es el gran clivaje que marca toda la preocupación de los últimos 7 años para poner controles principalmente comerciales a estas empresas. La mala memoria alimenta la luz de gas. 

Pero esta puesta en escena no es solo una defensa de la forma particular de entender la libertad de expresión que ha caracterizado a Estados Unidos. También se trata de cómo este país fracturado internamente aspira a seguir siendo un referente en la geopolítica mundial.

Kaplan ha dicho que Trump está realmente interesado en asegurar que Estados Unidos mantenga competitividad y liderazgo tecnológico. Pero siempre de la mano de las grandes corporaciones, pues simultáneamente somos testigos de su desinterés por los medios públicos, y queda pendiente saber si volverá a derogar la ley de neutralidad en la red como en su primer mandato.

Todo esto sin mencionar aún los desafíos regulatorios que traerá la IA, así como el modo en que estos desarrollos tecnológicos se imbrican con el complejo bélico militar estadounidense.

 La pregunta que queda abierta en este punto es: ¿Y América Latina cómo se plantea ante este escenario? La región necesita urgentemente pensarse como un mercado digital único y empezar a desarrollar una conversación multilateral en este sentido.

¿Está preparado nuestro país para esta conversación o seguiremos siendo parte del vagón de cola, conformándonos con tener a Santiago como la ciudad nº1 del mundo en conectividad y fibra óptica?.

Por Chiara Sáez, enero de 2025.

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